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GUADALAJARA, CAPITAL DE LA PAZ

Publicado en Por Cuenta Propia, Azuqueca de Henares, diciembre de 2008


Y apareció montada en un palafrén blanco…
Era una muchacha delgada, esbeltísima,
de negro cabello y de ojos admirables,
de tez más que morena…
Todo en ella sugería alegría, juventud y bondad..
Había de continuo en sus labios una dulce sonrisa.
Era Isabel de Valois,
aunque las gentes ya empezaban a llamarla Isabel de la Paz.

por William Thomas Walsh


Corría el año de Nuestro Señor 1559. Las aguas de los ríos imperiales fluían turbias, teñidas de roja sangre española y de negro odio francés. Desde que Carlos de Gante ciñera sobre su cabeza la corona de “Rey de Romanos”, su enemigo Francisco juraría contra los Austrias eterna venganza. Las interminables guerras entre Valois y Habsburgo habían convertido a la Sagrada Europa en un paisaje desolador. Sin embargo, el Castigo de Dios parecía llegar a su fin. Era la hora de sellar una paz duradera. El relevo generacional estaba ya preparado.
El 3 de abril de 1559 llegó a Cateau-Cambresí una embajada española. El rey Enrique y su esposa Catalina de Médicis llevaban concienciando a su hija Isabel durante meses. La joven princesa se convertiría en la futura Reina de España. A cambio, los franceses cederían sus plazas en Flandes, en el Franco Condado y en el Norte de Italia. Era recomendable ganar un amigo para hacer frente a la creciente herejía hugonote. Pero los festejos se tiñeron de luto. Una lanza atravesó el ojo de Enrique. Muy malos augurios para una paz necesaria. Las Guerras de Religión en Francia serían la consecuencia de un destino fatal.
Isabel de Valois pisaría Roncesvalles el 4 de enero de 1560. Antes, contrajo matrimonio por poderes, en París, un 22 de junio de 1559. Sin embargo, debemos esperar hasta el 2 de febrero de 1560 para constatar el primer encuentro entre Isabel de Valois y su futuro esposo, Felipe II de España. Sería en la misa de velaciones celebrada en el Palacio de los duques del Infantado de Guadalajara. Sobre la boda, el historiador y cronista de la época Pierre de Brantôme nos relata que ”…cuando se acercó a Felipe, la bella Isabel le miró atentamente… No se le ocurrió otra cosa que contemplar con detenimiento a la rubia majestad, hasta que el monarca dijo:<< ¿Qué miráis; por ventura si tengo ya canas?>>...”
Cuenta Thomas Walsh, en su biografía sobre Felipe II, que “…las gentes de Guadalajara rebosaban orgullo y alegría por la boda de su majestad. Habían edificado una montaña artificial a la entrada de la ciudad, con encinas que trasplantaron enteras para que la novia tuviera un pequeño parque… El pueblo y la Corte se mezclaban en los alrededores del Palacio del duque del Infantado... El rubio rey y la morena reina formaban un brillante cortejo, capaz de deslumbrar al mismísimo Sol.”
Guadalajara se convirtió durante unos días del siglo XVI en Capital de la Paz. Todas las miradas de Europa se centraron en sus calles y plazas, y el cariño de sus habitantes contagió a todos los ciudadanos del Imperio. Todavía los muros del Palacio del Infantado, al ser deslumbrados por el sol del mediodía, nos recuerdan el brillante cortejo de los Reyes de España. Aún hoy, cuando paseamos por sus jardines, podemos imaginar a Sus Majestades hablando del futuro de aquel Imperio “…en donde jamás se ponía el Sol”. Por lástima, como todos ustedes sabrán, la historia demostraría que la tal ansiada paz, no fue más que una nueva utopía. Pero quizás, aún nos queda el orgullo de saber que el pueblo de Guadalajara se convirtió en un ejemplo para toda Europa. Al menos, intentamos abrir con nuestra amabilidad una pequeña puerta a la esperanza. Ojalá que algo así se repita y los guadalajareños volvamos a servir de referente en la historia. Seguro que, si seguimos aportando nuestro granito de arena, conseguiremos construir una gran montaña, al igual que hicimos hace más de cuatro siglos, cuya cima se encuentre coronada por Paz en todo el Mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me parece muy bien rememorar este episodio de nuestro glorioso pasado,y recordar a un gran rey como Felipe II.Enhorabuena por este artículo

Mercedes Tortosa Fernández dijo...

ISABEL DE VALOIS: REINA DE LA PAZ

Pequeña muchachita francesa
Toda tú belleza, frescura y esplendor
.-¿Dónde está tu destino?
En Felipe mi primer y único amor
.-¿Quién fue de vuestra unión testigo?
Guadalajara, sus ciudadanos
Y vuestro Palacio del Infantado vestido para este honor.

¡Oh, dulce y santa Isabel
De belleza desmesurada tu figura
Que alegras los campos y despiertas la ciudad;
Amada reina y gran señora
Que al tender tu manto sembraste humildad!

Princesa del Amor
Que a tus veintitrés años tu vida se acabó.

¡Qué triste lamento nos queda
Pues contigo Nuestra Paz se marchó!

A tí querida Isabel,
te dedico este poema yo.