Y apareció montada en un palafrén blanco…
Era una muchacha delgada, esbeltísima,
de negro cabello y de ojos admirables,
de tez más que morena…
Todo en ella sugería alegría, juventud y bondad..
Había de continuo en sus labios una dulce sonrisa.
Era Isabel de Valois,
aunque las gentes ya empezaban a llamarla Isabel de la Paz.
por William Thomas Walsh
Era una muchacha delgada, esbeltísima,
de negro cabello y de ojos admirables,
de tez más que morena…
Todo en ella sugería alegría, juventud y bondad..
Había de continuo en sus labios una dulce sonrisa.
Era Isabel de Valois,
aunque las gentes ya empezaban a llamarla Isabel de la Paz.
por William Thomas Walsh

El 3 de abril de 1559 llegó a Cateau-Cambresí una embajada española. El rey Enrique y su esposa Catalina de Médicis llevaban concienciando a su hija Isabel durante meses. La joven princesa se convertiría en la futura Reina de España. A cambio, los franceses cederían sus plazas en Flandes, en el Franco Condado y en el Norte de Italia. Era recomendable ganar un amigo para hacer frente a la creciente herejía hugonote. Pero los festejos se tiñeron de luto. Una lanza atravesó el ojo de Enrique. Muy malos augurios para una paz necesaria. Las Guerras de Religión en Francia serían la consecuencia de un destino fatal.
Isabel de Valois pisaría Roncesvalles el 4 de enero de 1560. Antes, contrajo matrimonio por poderes, en París, un 22 de junio de 1559.

Cuenta Thomas Walsh, en su biografía sobre Felipe II, que “…las gentes de Guadalajara rebosaban orgullo y alegría por la boda de su majestad. Habían edificado una montaña artificial a la entrada de la ciudad, con encinas que trasplantaron enteras para que la novia tuviera un pequeño parque… El pueblo y la Corte se mezclaban en los alrededores del Palacio del duque del Infantado... El rubio rey y la morena reina formaban un brillante cortejo, capaz de deslumbrar al mismísimo Sol.”
Guadalajara se convirtió durante unos días del siglo XVI en Capital de la Paz. Todas las miradas de Europa se centraron en sus calles y plazas, y el cariño de sus habitantes contagió a todos los ciudadanos del Imperio. Todavía los muros del Palacio del Infantado, al ser deslumbrados por el sol del mediodía, nos recuerdan el brillante cortejo de los Reyes de España.

2 comentarios:
me parece muy bien rememorar este episodio de nuestro glorioso pasado,y recordar a un gran rey como Felipe II.Enhorabuena por este artículo
ISABEL DE VALOIS: REINA DE LA PAZ
Pequeña muchachita francesa
Toda tú belleza, frescura y esplendor
.-¿Dónde está tu destino?
En Felipe mi primer y único amor
.-¿Quién fue de vuestra unión testigo?
Guadalajara, sus ciudadanos
Y vuestro Palacio del Infantado vestido para este honor.
¡Oh, dulce y santa Isabel
De belleza desmesurada tu figura
Que alegras los campos y despiertas la ciudad;
Amada reina y gran señora
Que al tender tu manto sembraste humildad!
Princesa del Amor
Que a tus veintitrés años tu vida se acabó.
¡Qué triste lamento nos queda
Pues contigo Nuestra Paz se marchó!
A tí querida Isabel,
te dedico este poema yo.
Publicar un comentario